LINKS PARA BAJARSE GRATUITAMENTE EN FORMATO PDF MI TESIS DOCTORAL DE 2004 Y SU ANÁLISIS Y AMPLIACIÓN POSTERIOR:
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El estallido de la Guerra
Civil española en Cataluña (1936 - 1939) trajo consigo la colaboración de
todas las organizaciones que se oponían a los rebeldes y el nacimiento de un
nuevo régimen en el que la Confederación Nacional del Trabajo
dejó de ser oposición y pasó a ser parte integrante del nuevo poder
político. Los sindicatos inspirados por el anarquismo revolucionario (la Confederación Nacional del Trabajo, CNT) formaron parte de los gobiernos unitarios de los Ayuntamientos hasta el
final del conflicto bélico.
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A pesar del
tiempo transcurrido desde el final de la contienda, es evidente que aún hay
algunas lagunas profundas en la historiografía sobre el devenir del movimiento
libertario español durante la
misma. Una de ellas es la que tiene como centro de atención
el poder jurídico-político-administrativo ejercido por el movimiento en los diferentes Gobiernos y
Administraciones Públicas.
Aquí haremos breve referencia al poder político que ejercieron las
Federaciones Locales de Sindicatos en los municipios catalanes; en concreto, a
los veintidós que conformaban la comarca del Vallès Occidental, encabezados por
Sabadell y Terrassa. Una comarca que cuenta al comienzo de la contienda con una
población de ciento cuarenta y cinco mil
habitantes, que está desarrollada en
industria y servicios y que es limítrofe de Barcelona ciudad. Una comarca en la
que grupos de militantes ya protagonizaron acciones armadas insurreccionales -
de “gimnasia revolucionaria” - en 1932 y 1933...
Una Confederación que dijo
no a una militancia armada
Dos meses y medio antes de que la
reacción burguesa intente el golpe de estado y se origine la guerra civil ( no entre territorios, sino entre los
ciudadanos de todos y cada uno de los territorios comprendidos dentro de las
fronteras españolas ), el movimiento libertario español ( e
internacional) tiene puesta su mirada y
su corazón - porque ningún historiador que se acerque al conocimiento del movimiento libertario de
aquella época podrá entender nada del mismo si no tiene en cuenta el componente
psicológico fundamental que desarrolló en personas y grupos su acercamiento al
Ideal - en el encuentro, el reencuentro,
de Zaragoza. Allí se está celebrando una
fiesta, una gran fiesta, más que un Congreso frío y racional. Se trata de una
fiesta de los militantes que llevan
muchos años ya sintiendo - porque de sentimientos se trata - que cada día está
más próxima la hora de realizar el gran “sueño” de la revolución social. Hay
que celebrar el resurgimiento de la Confederación, el final de la división, las
perspectivas que se abren en el horizonte... Allí se encuentran gentes de todas
las tendencias y grupos, todos unidos por la alegría. Todos son
“compañeros” de una gran familia...
Sin embargo, unos pocos quieren aguar
la fiesta introduciendo el tema de la defensa confederal, la necesidad de
contar con una fuerza para-militar cada vez mejor pertrechada y organizada.
Algo típico de la época en los grupos políticos de distinto signo. Desde hacía
un tiempo se sabía de la existencia de “ruido de sables” en los cuarteles y
desde 1934 el temor al enemigo común - el fascismo - había ido progresivamente
posibilitando el acercamiento de toda la izquierda, incluida la libertaria, en
torno a un objetivo: frenarlo. Frenar a la reacción del capital ante el avance
imparable del movimiento obrero revolucionario.
Se desatendió un asunto tan importante
y ello tendría repercusiones directas en muchos de los militantes que acudieron
a Zaragoza. Es más que seguro que muchos de ellos se acordarían de Joan García
Oliver - el líder carismático y experimentado en las acciones de la denominada
“gimnasia revolucionaria”, el futuro partidario de “ir a por el todo”, el que
aboga en ese histórico momento a favor de una militancia armada paralela, de la
creación y extensión de los Cuadros de Defensa Confederal - cuando, al comenzar el alzamiento
reaccionario, comprendieron que sus
vidas estaban en juego, que ésa era la triste realidad y que muy poco podían
hacer para salvarla...Muchos pensarían entonces que una cosa era realizar una
huelga, un sabotaje o una manifestación y otra muy diferente luchar,
textualmente, contra el enemigo de la revolución libertaria...Pero ya era muy
tarde para ellos y para el anarquismo español: era el principio del fin, a
pesar de varias décadas de sacrificios de todo tipo, a pesar de haber tenido
tantos ejemplos de fracasos, de la muerte de muchos “mártires” del Ideal...
En la ciudad de Barcelona y cercanías,
era distinto. Los hombres experimentados en jugarse la vida durante muchos años
en apoyo a “la causa” confederal y
anarquista eran los que ahora se encontraban situados en los comités más importantes...Ellos
no estaban dispuestos a ser fácil presa
de la reacción...Pero ya era muy tarde para cualquier otra opción que no
fuese la de sumar voluntades y energías al resto de las organizaciones enemigas
de la reacción rebelde: la revolución que el grueso de la militancia confederal
anhelaba y vislumbraba en sus mentes en líneas generales, debía posponerse a un
futuro incierto, en otras condiciones mucho más factibles y prometedoras. El
presente se encontraba atado de pies y manos por la urgente necesidad de parar
a la reacción en todos los frentes - exteriores e interiores - y de conseguir
la no paralización de toda la actividad económica. Lo que estaba en juego no
era la posibilidad de hacer o no la revolución, sino algo mucho menos etéreo:
lo que estaba en juego era, simple y llanamente, la supervivencia...incluida la
de la propia CNT ,
algo que para muchos de los militantes tenía un valor superior al de sí mismos.
La coalición de la izquierda catalana
llevaba desde antes de octubre de 1934 protagonizando un esfuerzo unitario
antifascista al que únicamente faltaba añadir la aportación del
anarcosindicalismo. El alzamiento trajo consigo dicho acercamiento forzoso
entre todos los sectores antifascistas, el nacimiento de un régimen cuya
finalidad no era otra que ganar la guerra.
Para analizar la
actividad política confederal en los municipios, derivada de la coalición
militar inicial forjada en los hechos del 19 de julio, podemos diferenciar dos
etapas. Por un lado, la que se da al comienzo de la guerra y se extiende hasta
finales de septiembre de 1936 - cuando se forma el tercer gobierno autonómico
catalán de guerra, en el que se incluye
a los libertarios - y, por otro, la que tiene lugar desde entonces hasta el
final de la contienda civil, con la
ocupación militar, el 26 de enero de 1939.
Verano de 1936: inicio de la
coalición político-militar antifascista
Respecto a la primera de ellas, el
protagonismo político que ejerció la militancia libertaria del Vallès Occidental no vino determinado por su propia
implantación en la comarca en dicho momento histórico y por sus propias
iniciativas, por su situación hegemónica o no sobre el resto de las fuerzas
políticas y sindicales enemigas del movimiento rebelde, sino por la actitud que
adoptaron la mayor parte de los líderes confederales en la capital catalana con
respecto a su relación con la coalición de izquierdas en la lucha militar
contra el enemigo común, tanto para controlar de inmediato cualquier tipo de
oposición interior dentro del territorio catalán como para luchar en los
frentes de combate: al inclinarse por la colaboración total en la lucha contra
el movimiento reaccionario, los militantes libertarios quedan también unidos a
las restantes fuerzas antifascistas de cada localidad, llevando a cabo una
actividad que se complementa a la del poder político institucional local ya
existente y que ahora, tras el Decreto del
gobierno catalán de fecha 22 de julio, ha quedado limpio de toda
presencia de la oposición derechista.[1]
La militancia libertaria asiste a
reuniones en las que el nuevo poder político local constituido (controlado
masivamente por los representantes de Esquerra Republicana de Catalunya) y las
otras fuerzas de izquierda existentes en cada localidad, coordinan y unen sus
fuerzas en la lucha militar contra el enemigo común, contra todos aquellos que
pueden considerarse como aliados o amigos de la rebeldes. La primera
intención será la de vencer la insurrección reaccionaria fascista;
posteriormente, mantener el control sobre la población de la retaguardia y
llevar a cabo el alistamiento de milicianos (es decir, hacer una milicia, un nuevo ejército) con
destino a los frentes de combate.
Los organismos unitarios en cuestión son llamados Comités de Defensa o
Comités de Milicias Antifascistas y su necesidad es palpable en las primeras
semanas para evitar la posible involución de la situación y garantizar el nuevo
régimen jurídico-político que ha nacido desde la insurrección fallida.
Considerados como organismos unitarios locales de mando sobre los milicianos de
la retaguardia, encuadrados en el Departamento de Defensa de la Generalitat de
Catalunya, sus integrantes pasan a recibir un salario proveniente del Gobierno
catalán, que es pagado a través de los respectivos Ayuntamientos y a cuyo
frente se encuentran los Alcaldes, que tienen asumida - ya antes de la guerra -
la competencia de Delegados de Orden Público de la Generalitat, teniendo bajo
su mando a todas las fuerzas de Orden Público existentes en su localidad
respectiva.
La constitución de los mismos, como
organismos unitarios de carácter básicamente militar y en los que están
representadas todas las fuerzas antifascistas de cada localidad, no significa
la existencia a partir de entonces de organismos antagónicos con respecto a los
Ayuntamientos respectivos, en los que no hay ya ningún concejal de la oposición
política: la legalidad de la existencia y actuación de dichos Comités viene
dada por normas jurídicas que dicta el Gobierno catalán.[2]
Sirva como ejemplo el caso de la ciudad
industrial de Terrassa: desde la noche del sábado día 18 de julio, el Comité de
Enlace Antifascista había estado reunido en sesión permanente con todas las
autoridades locales en una de las dependencias del Ayuntamiento, para seguir de
cerca todos los movimientos y acciones de lo que la prensa calificó como
“elementos derechistas y desafectos a las autoridades populares”. En dicho
Comité de Enlace Antifascista figuraban Esquerra Republicana de Catalunya,
Estat Català, Partit Comunista de Catalunya, Joventuts Socialistes Unificades,
POUM, Unión Local de Sindicatos Obreros (ULSO, controlada por el POUM ), UGT,
PSOE, Unió de Rabassaires, Centre Catalanista Republicà, Fraternitat
Republicana Federal, CNT y FAI. El Comité Local Antifascista se constituirá al
comienzo del mes de agosto, tras una reunión previa de todas las organizaciones
antifascistas y de acuerdo con las instrucciones recibidas de la Comisión de
Milicias Comarcales del Comité Central de Milicias Antifascistas, en las que se
hacía saber que “únicamente reconocerá la personalidad de los Comités Locales o
Comarcales constituidos con las distintas representaciones de las diferentes
organizaciones antifascistas de las respectivas localidades”. Quedó constituido
con una representación de todas ellas, en el que el sector de ERC y similar tuvo 7 representantes, el sector
marxista 6 ( siendo 4 de ellos poumistas) y los libertarios 7.[3]
Los Ayuntamientos siguen realizando durante dicho verano su actividad
normal rutinaria, con más o menos intensidad, además de atender las peticiones
concretas que les remite el Comité de la localidad respectiva para poder
realizar su misión de forma satisfactoria.
Cualquier enfoque idealizado o
novelesco de los hechos ocurridos en las localidades vallesanas durante el
verano de 1936, tiene que ser tildado de falta de seriedad y rigor, como
mínimo. Antes al contrario: se trata de una lucha político-militar contra el
enemigo común, que se identifica con la derecha en general, partidos,
asociaciones e individualidades colaboradoras, simpatizantes y afines...Desde
el poder político ya existente, ampliada su base participativa, consolidado por
toda la izquierda catalana, eliminada la oposición, se usan todos los resortes
del mismo para acabar con dicho enemigo... un enemigo que se encuentra dentro
de todas y cada una de las localidades catalanas.
Y como ocurre en cualquier guerra entre
vecinos, las primeras medidas en tomarse van destinadas no sólo a la expulsión
automática del seno de los Ayuntamientos de todos aquellos a los que se
considera enemigos, así como a la incautación de bienes de los mismos, sino,
además, a su detención o, incluso, a su aniquilamiento físico. En dichas
actividades represivas colaborarán Comités y Ayuntamientos, encargándose
básicamente éstos - su personal - de la labor de burocracia administrativa que
ello genera.[4]
La CNT vallesana es una fuerza
político-militar más de las que integran dichos Comités. Incluso hay
localidades en las que no está integrada en los mismos, por la sencilla razón
de que no hay allí constituido aún ningún sindicato confederal. Y es que no son
el producto de la iniciativa en solitario de la CNT y mucho menos de la
iniciativa conjunta previa de la CNT y el POUM: en la mayor parte de los casos,
las reuniones para su constitución se llevan a cabo en los edificios de los
Ayuntamientos y bajo los auspicios del Alcalde, quien tiene bajo su autoridad a
todas las fuerzas de Orden Público existentes en la localidad, además de la
propia policía municipal. Se forman Comités de Defensa o Antifascistas en todas
las localidades catalanas donde hay organizaciones antifascistas, con
independencia de si hay o no presencia libertaria.[5]
Para los libertarios vallesanos, la
integración en dichos Comités les permite el acceso a parte de los bienes
inmuebles incautados y a que el resto de las organizaciones antifascistas les
tengan que tener en cuenta en adelante para todo tipo de cuestiones que se
planteen en la localidad, pero, a su vez, formar parte de la coalición en el
poder les supone tener que comprometerse en el esfuerzo común de conseguir la vuelta
a la normalidad de la vida cotidiana de la población en general, de contribuir
a dicho fin de una manera efectiva para asegurar así la continuidad de la
actividad económica y social de la retaguardia, además de proporcionar gran
cantidad de milicianos, tanto para el control de la retaguardia como para el
combate en los frentes de batalla.
También ocurre que la sindicalización
generalizada de toda la población activa facilitará la necesidad de constituir
organismos conjuntos con la UGT y la UR, dada la pluralidad sindical existente.
Y las organizaciones libertarias locales verán supeditadas sus iniciativas, en
general, a las decisiones de ámbito territorial catalán que se adopten en los diferentes
Departamentos de la Generalitat de Catalunya, en Barcelona, en los que ya hay
situados - en siete de ellos - representantes de la Confederación.[6]
Consolidación,
desarrollo y caída del nuevo régimen
En lo que respecta a la segunda etapa, el protagonismo político de
los representantes cenetistas se
encuentra también supeditado a las decisiones que se adoptan por el Gobierno
catalán en respecto a las Corporaciones Locales. Así, se establece qué
organizaciones antifascistas tienen derecho a tener concejales - a estar
representados en los Ayuntamientos - y qué número de representantes tendrá cada
una de ellas. La participación política de los ciudadanos en sus Consistorios
ya no será por medio de representes elegidos en las urnas, sino que serán las
propias organizaciones antifascistas que cita la normativa jurídico-política
las que designen a sus representantes: sólo las citadas por las normas serán
las que tengan derecho a ello, sólo las que quiera el Gobierno catalán que se
encuentren presentes en los mismos. El poder político institucional local
catalán depende de la voluntad política del Consejo Ejecutivo de la
Generalitat.
La
consideración de que ha llegado el momento de avanzar rápidamente hacia
la normalización y consolidación del nuevo régimen en todos los ámbitos de la
vida cotidiana catalana, lleva al nuevo Consejo Ejecutivo unitario, en el que
ya están los libertarios, a dictar, a los pocos días de constituirse, el
Decreto de 9 de octubre de 1936, cuyo objetivo es simplificar y racionalizar la
vida orgánica institucional local, suprimiendo los Comités y ordenando la
constitución de nuevos Ayuntamientos, los segundos Ayuntamientos de guerra,
cuya composición será similar a la del propio gobierno. La CNT - y a través de
ella, indirectamente, el resto de las organizaciones libertarias - comienza una
nueva andadura: tendrá que ocuparse de la gestión pública de los asuntos
generales de todos los vecinos de cada localidad, no gobernando los municipios
en solitario sino en gobiernos unitarios, colaborando codo con codo con el
resto de las fuerzas de izquierda, sin apenas recursos económicos de los cuales
poder disponer, en situación de guerra civil y - algo que a nosotros nos
interesa resaltar - dentro del ámbito de competencias que la Generalitat
permita en cada momento a los Ayuntamientos, dentro de las limitaciones legales
que considere oportunas. Se trata, pues, de una nueva ocupación, muy diferente
a la que los militantes confederales habían llevado a cabo hasta ese momento.[7]
Al igual que ocurría en la primera y
breve etapa del comienzo de la guerra, los militantes libertarios vallesanos -
como el resto de los catalanes - se encontrarán supeditados o delimitados en
cuanto a su posible protagonismo o libertad de actuación a aquellas decisiones
que se adopten en la capital catalana, al gobierno autonómico y a los líderes
confederales. Ahora bien, cada uno de los grupos municipales cenetistas tendrá
una dinámica política propia en sus respectivos Ayuntamientos, un protagonismo
propio dentro de las limitaciones citadas, lo que requiere un estudio
individualizado - al igual que ocurre en los Ayuntamientos actuales - de dicha
participación a lo largo de todos los meses de la guerra.
Dicho protagonismo político local
deriva de la presencia de concejales que representan a la CNT, de la
participación política concreta en cada uno de dichos Ayuntamientos. Como regla
general, podemos concluir que la CNT se encuentra presente en todos los
municipios, que está representada en todos
sus Ayuntamientos respectivos. Y aún cuando la Confederación ya no tendrá
representantes en el gobierno catalán desde junio de 1937 y deberá limitarse a
ocupar otro tipo de cargos en el organigrama de la Administración de la
Generalitat, sin embargo, sí que tendrán derecho - hasta el final de la guerra
- los Sindicatos Locales o las Federaciones Locales de Sindicatos cenetistas a
nombrar a sus representantes en las Corporaciones Locales. Por lo tanto, la
Confederación será, a lo largo de todo el conflicto bélico civil, partícipe del
poder político que tiene la coalición catalana de izquierdas y su labor de
colaboración en el mantenimiento de la actividad productiva, del control de la
vida cotidiana de la retaguardia y del sostenimiento de los frentes de batalla,
será siempre algo del máximo interés y necesidad para el nuevo régimen.[8]
Sin organizaciones locales confederales
antes del conflicto en los pueblos con menos de 1.000 h, básicamente agrícolas,
la actividad militante desplegada tras el 19 de julio permitió la constitución
de Sindicatos de Campesinos - de tan sólo algunas decenas de afiliados - en la
práctica totalidad de los mismos, con su correspondiente representación en los
Ayuntamientos respectivos. No obstante, dicha presencia institucional sería
cada vez menor a lo largo del transcurso de la contienda, como la del resto de
las organizaciones representadas. La actividad de dichos Consistorios será
mínima.
En el resto de los municipios, la CNT
está presente en todos ellos y sus representantes son partícipes del poder
institucional local de una manera permanente, continuada, a lo largo de toda la guerra. La única
excepción a dicha normalidad general vendrá dada por el Ayuntamiento de
Sabadell, en el que la animadversión existente entre los líderes del PSUC/UGT
hacia los maximalistas confederales con los que unos años atrás tuvieron graves enfrentamientos
personales a causa de la escisión sindical, provocará, finalmente, la salida
forzada de la CNT del Consistorio tras los Hechos de Mayo de 1937 en Barcelona,
sin que se les deje volver a tener posteriormente representación en el mismo.[9]
Posicionamiento y
responsabilidades políticas anarcosindicalistas
En las relaciones políticas mantenidas por la CNT con el resto de las
organizaciones partícipes del poder local institucional (ERC, ACR, UR, UGT/PSUC
y POUM), la trayectoria que sigue la Confederación en cada Ayuntamiento es
peculiar e independiente de la queda seguir en los demás, pero sí podemos
extraer la conclusión general - salvo algunas excepciones que confirman la
regla - de que la mayor parte de la población vallesana tiene unos Ayuntamientos
gobernados por equipos de gobierno en los que se integran todas las
organizaciones que tienen delegación local en los respectivos municipios,
incluyendo a la CNT: gobiernos unitarios donde las diferentes Regidurías o
Comisiones se encuentran repartidas entre todas ellas. Unas relaciones de
colaboración total y no de exclusiones.
Y es que, salvo el caso ya citado de
Sabadell, hubo pocas confrontaciones periódicas y luchas internas por el
poder. La consecuencia era la exclusión temporal del respectivo equipo de
gobierno. Dichas exclusiones temporales las padecieron todas las organizaciones
en mayor o menor medida. La CNT tan sólo fue excluida en los equipos de
gobierno de cuatro municipios pequeños, mientras que fue mucho más perjudicada
ERC, principalmente desde octubre de 1937 hasta el final de la guerra, como
consecuencia de pactos entre el PSUC y la CNT.
Podemos concluir que la CNT no puede
considerarse una víctima de la exclusión ejercida contra ella por parte del
resto de las organizaciones de la coalición, que no puede hablarse de una
situación de rechazo específico de los libertarios vallesanos. Antes bien, sí
podemos hablar de una aceptación generalizada hacia los concejales confederales
por parte de sus compañeros en los Consistorios.
Un ejemplo de caso contrario al de la
CNT es el protagonizado por el minoritario POUM: no sólo no tiene presencia
orgánica en diez localidades vallesanas y ello le impide formar parte de dichos
Ayuntamientos, sino que en Sabadell será excluido del equipo de gobierno desde
el mismo momento de la constitución del Ayuntamiento ( mientras que la CNT
ocupa cuatro Regidurías) y en Terrassa también quedará excluido del equipo de
gobierno local desde enero de 1937 por acuerdo expreso firmado por todas las
restantes organizaciones, incluida la CNT.[10]
En cuanto al
poder político municipal de la CNT en el Vallès Occidental, podemos distinguir
tres etapas claramente diferenciadas:
A) La que va
desde el comienzo del conflicto hasta la constitución de los segundos
Ayuntamientos de la guerra, en octubre de 1936
B) La que va
desde dicha constitución hasta octubre de 1937, tras la nueva normativa
reguladora dictada por el gobierno autonómico
C) La que va
desde entonces hasta el final de la guerra, con la ocupación militar, el 26 de
enero de 1939
En la primera etapa, la izquierda
libertaria vallesana se integra en los Comités Locales de Defensa o de Milicias
Antifascistas - al igual que ocurre con el resto de las organizaciones
antifascistas de cada localidad - y algunos de sus representantes ocupan parte
de los cargos de responsabilidad y de mando que se crean. No obstante, los
gobiernos locales siguen estando en los Ayuntamientos, al menos, legalmente.
En la segunda etapa se dan, primero, la
participación cenetista en los gobiernos central y autonómico y, segundo, los
Hechos de Mayo de 1937 en Barcelona y la falta de habilidad política posterior
de la CNT para estar siquiera mínimamente representada en alguno de los dos. No
obstante, al mismo tiempo, se trata de una etapa que permite a la Organización
un avance muy rápido en la eficacia organizativa interna, en la constitución de
nuevas estructuras sindicales, un mejor control de la militancia y una sólida
experiencia en materia económica, política y militar. Puede decirse que cuando
se llega a la segunda mitad del año 1937, la izquierda libertaria culmina su
propio proceso evolutivo, tras tener que emprender una dura etapa de
aprendizaje sobre cómo afrontar la realidad que le rodea.
En el Vallès Occidental la evolución es
- en general - similar: si en octubre de 1936 tiene cinco Alcaldes y forma
parte de los equipos de gobierno de los Ayuntamientos de todos los municipios
que tienen más de 1.000 h, en febrero del año siguiente llega a tener ocho
Alcaldes y se mantiene en los mismos equipos de gobierno municipal. Sin
embargo, en el verano de 1937 vuelve a bajar a cinco Alcaldes, se ha visto
forzada a retirar su presencia de dos Ayuntamientos (entre ellos, el de la
ciudad de Sabadell) y es excluida del equipo de gobierno de otro. Ahora bien,
se ha consolidado la estructura sindical y el control de la vida económica de
la comarca - en colaboración conjunta con la UGT - y ya tiene mucha más
experiencia en todos los ámbitos, incluyendo el político.
Finalmente, la tercera etapa comienza
con la constitución de los nuevos Ayuntamientos catalanes, los terceros desde
el comienzo del conflicto bélico, de los que queda excluido el POUM y en los
que el PSUC tiene la misma representación que ERC y CNT. Además, el Decreto de
8 de octubre de 1937 establece una diferencia importante con respecto a los
anteriores Consistorios: todo puesto de concejal que quede vacante - por falta
de presencia de delegación local de la organización de que se trate o por
ausencia injustificada durante un determinado plazo de tiempo - podrá ser
ocupado por un representante de cualquiera de las organizaciones presentes en
la Corporación.[11]
Aunque la CNT no ocupará ninguna
cartera ministerial hasta abril de 1938 ni tampoco la titularidad de ninguna
Consellería del Gobierno catalán, sí que tendrá representantes suyos ocupando
cargos públicos en organismos fundamentales de ambas Administraciones y la
unidad antifascista se irá estrechando con nuevos pactos entre los comunistas y
la Confederación, simultáneamente a las derrotas militares y al aumento
progresivo de los problemas de todo tipo en la vida cotidiana de la población de la retaguardia, a la que se van
añadiendo cada vez más contingentes de refugiados procedentes de los diferentes
frentes de combate.
Es en esas trágicas circunstancias, en
dicha realidad circundante, en las que la CNT llega a un período evolutivo en
el que apuesta abiertamente por la lucha política. En el Vallès Occidental ello
le supone obtener nada menos que las cuatro Alcaldías de las localidades más
importantes de la comarca (exceptuando
Sabadell), gracias a una alianza política con el PSUC, en detrimento de ERC.
Pero no son casos aislados Terrassa, Rubí, Sant Cugat del Vallès y Montcada i
Reixac, sino que los datos indican una aumento progresivo en el número de
Alcaldes: si en octubre de 1937 únicamente tiene cuatro Alcaldes, ya son seis
en febrero de 1938, se mantiene el mismo número en junio y sube a siete en
octubre. Todo ello a pesar de que ya hay tres Ayuntamientos gestionados por la Dirección General
de Administración Local.
Además, los representantes confederales
forman parte de los equipos de gobierno de la casi absoluta totalidad de los
Ayuntamientos de las localidades de la comarca con más de 1.000 habitantes.
Por tanto, la última etapa de la guerra
viene marcada por una hegemonía política de la CNT y el PSUC, en detrimento de
ERC, una hegemonía que es también el reflejo de lo que ocurre en el ámbito
socio-económico cotidiano, en el que la CNT y la UGT han ido progresivamente
constituyendo y consolidando múltiples organismos unitarios de actuación
conjunta, incluso en Sabadell.
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[1] Complementado con una Orden-Circular del
Consejero de Gobernación de la misma fecha. Ambas normas fueron publicadas en
el Butlletí Oficial de la Generalitat de Catalunya núm. 206, de 24-07-36 (Arxiu
Nacional de Catalunya).
[2] Decretos
de 21, 23 y 24 de julio y Orden-Circular del Consejero de Gobernación de fecha
25 del mismo mes (BOGC núms. 203, 207 y 208, de los dias 21, 25 y 26-07-36)
[4] Decretos de 23 de julio (BOGC núm.
206, de 24-07-36) y de 5 de agosto (BOGC núm. 220, de 7-08-36).
[5] Es el caso de Polinyà: Diari Oficial
de la Generalitat de Catalunya núms. 269 y 290, de 25-09-36 y 16-10-36.
También, Arxiu Nacional de Catalunya, fondo Generalitat de Catalunya 1931-1939
(originales en Archivo Histórico Nacional-Sección Guerra Civil, Salamanca),
caja o legajo 214, expediente 2, núms. 108-113. Vease también el caso de
Llavorsí: ANC, fondo citado, caja 11, expediente 4, carta a Joan Casanovas, de
fecha 11-09-36.
[6] En
concreto, en los Departamentos de Defensa, Economía y Servicios Públicos,
Sanidad, Cultura, Trabajo, Obras Públicas y
Justicia.
[7] Diari Oficial de la Generalitat de
Catalunya núm. 285, de 11-10-36.
Fue desarrollado por la Orden del Departamento de Seguridad Interior de fecha
12 de octubre (DOGC núm. 288, de 14-10-36) (ANC).
[8] Para
una consulta detallada de cada uno de los veintidós municipios vallesanos y el
conocimiento de las fuentes empleadas, véase mi tesis doctoral, inédita, Actividad
política de la izquierda libertaria en la comarca del Vallès Occidental durante
la guerra civil. Tras ser dirigida por Angeles Egido León (Departamento de
Historia Contemporánea de la UNED), fue defendida el 6 de noviembre de 2001. El
tribunal estuvo formado por Javier Tusell, Isidro Sepúlveda, Javier Paniagua,
Mercedes Vilanova y Pere Gabriel.
[9] Superación.
Organo de la CNT-FAI de Sabadell y su comarca, núms. 7 (de 12-03-37) y 8 ( de 19-03-37). También,
acta del pleno del Ayuntamiento de Sabadell celebrado el sábado 22 de mayo de
1937 (Arxiu Històric de Sabadell).
[10] Acta
del Pleno del Ayuntamiento de Terrassa celebrado el día 4 de enero de 1937
(Archivo del Ayuntamiento de Terrassa).